La realidad del porno mexicano
- Thelma Pérez Reyes
- 4 sept 2015
- 2 Min. de lectura

En la ciudad de Puebla en el año de 1905, Arturo Arturraza fue el pionero de la industria pornográfica en nuestro país. Grababa a las parejas que tenían encuentros sexuales en su casa de huéspedes, cintas que se presentaban después en el cine Venecia. De esta manera se ha ido desarrollando por más de un siglo la pornografía mexicana.
Actualmente México carece de una industria pornográfica como tal; son pocas las productoras y directores que se aventuran a hacer del porno un negocio. Diversas razones dificultan lsu realización, principalmente la mentalidad de la sociedad y los prejuicios ante la idea de protagonizar un video sexual.
Su lento desarrollo se ha visto impulsado por la curiosidad de personas que quieren tener esta experiencia y ser parte de alguna cinta XXX: amas de casa que buscan despertar el deseo, jóvenes universitarios que quieren experimentar, hombres que pretenden salir de la monotonía, entre otros.
Los directores buscan tener filmes cercanos a la realidad mexicana: situaciones auténticas, personas con las que nos relacionemos; buscan gente normal que quiera placer y diversión, haciendo el encuentro sexual lo más apegado a la realidad. Para ellos la clave para enganchar a la gente es que la película los remita a su día a día.
La pornografía es un negocio redondo en otros países; muchas estrellas porno han hecho fortunas, se han abierto puertas en el cine, han creado marcas y productos con su nombre. Caso contrario es México, en donde es complicado sobresalir como "pornstar" y el salario por película es muy bajo: $800 para los hombres y $2500 para las mujeres.
Con estas cifras probablemente la gente no quiera hacer porno, por ejemplo la década de los 90 en la que producción de películas fue sumamente baja, ya que la motivación de las personas era monetaria más que sexual y/o experimental. Podemos notar que la mentalidad del mexicano ha cambiado y la aceptación de estas actividades también.
El porno mexicano ha dejado de ser amateur para dar un paso a lo profesional, permitiendo libertad en hombres y mujeres que quieren salir de la cotidianidad o simplemente generar vivencias. La realidad es que es una industria en pañales, con un gradual desarrollo, sin embargo ante la creciente demanda y el aumento de personas que quieren formar parte de él, el futuro parece prometedor para las productoras, directores y actores del medio.
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